En un país donde nos cuesta
«hacer los deberes» ambientales
que se derivan de nuestra
pertenencia a la Unión Europea
(UE), un pequeño municipio de la
comarca del Bajo Aragón-Caspe,
de poco más de 1.200 habitantes,
puso en marcha a finales de 2006
una novedosa y eficiente planta
de depuración biológica de sus
aguas residuales.