Entre mayo y junio puede contemplarse
uno de los fenómenos naturales más
bellos de la primavera turolense.
Una llama de un intenso rosa y púrpura asciende
por el eje de la inflorescencia durante casi tres
semanas. Su viveza contrasta con el verde oscuro de
las hojas y emerge entre los verdes claros de las
mieses de cereal. La floración del pipirigallo es un
espectáculo tan impresionante como desconocido
por una sociedad urbana cada vez más
ensimismada en su jaula de hormigón.