Aragón incluye en su territorio un conjunto notable de colegiatas, que atesora una historia
prolongada en el tiempo y una destacada riqueza patrimonial, llena de singularidades y
piezas de interés. Por definición etimológica, las colegiatas carecían de la cátedra o silla
ocupada por la figura del obispo, no tenían por tanto sede episcopal pero estaban regidas
por una comunidad o grupo de canónigos, dirigidos a su vez por un deán, un prior
o un abad, que atendían las necesidades religiosas del territorio.